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No es que no me gusten las mañanas, es que las odio.
Si, como leéis. Cuando suena la musiquita psicodélica del móvil, que recuerda un poco a una caja de música de esas antiguas, me gustaría sacar una arma de destrucción masiva y cargarme el móvil, dar media vuelta, taparme hasta las cejas y seguir durmiendo plácidamente, en un intento de hacer ver que lo que me está pasando es fruto de una ilusión óptica o de un holograma de 3D.
Pero lo chungo no termina ahí. El peor momento es aquél en que decides sacar un pie fuera de la cama y es en ese preciso momento cuando me coge tal bajona, que necesito una buena ducha de agua caliente que me ayude a sobrellevar tantos malos momentos vividos en un espacio de tiempo tan corto.
A pesar de qué pueda parecer que cada mañana es un trauma en mi vida, no es así, pero ya se sabe que con demasiada frecuencia se cumple el dicho popular de “una de cal y otra de arena”. Así que hoy ha tocado la cal y el proceso de amanecimiento personal ha sido más complicado que nunca.
Por tanto, confieso que esta mañana he tenido una pataleta digna de un bebé cuando una serie de circunstancias de causa mayor y ajenas a mi voluntad han impedido mi inminente y necesaria ducha, pero ahora ya sabéis que la procesión va por dentro.
Si, como leéis. Cuando suena la musiquita psicodélica del móvil, que recuerda un poco a una caja de música de esas antiguas, me gustaría sacar una arma de destrucción masiva y cargarme el móvil, dar media vuelta, taparme hasta las cejas y seguir durmiendo plácidamente, en un intento de hacer ver que lo que me está pasando es fruto de una ilusión óptica o de un holograma de 3D.
Pero lo chungo no termina ahí. El peor momento es aquél en que decides sacar un pie fuera de la cama y es en ese preciso momento cuando me coge tal bajona, que necesito una buena ducha de agua caliente que me ayude a sobrellevar tantos malos momentos vividos en un espacio de tiempo tan corto.
A pesar de qué pueda parecer que cada mañana es un trauma en mi vida, no es así, pero ya se sabe que con demasiada frecuencia se cumple el dicho popular de “una de cal y otra de arena”. Así que hoy ha tocado la cal y el proceso de amanecimiento personal ha sido más complicado que nunca.
Por tanto, confieso que esta mañana he tenido una pataleta digna de un bebé cuando una serie de circunstancias de causa mayor y ajenas a mi voluntad han impedido mi inminente y necesaria ducha, pero ahora ya sabéis que la procesión va por dentro.
.......................................................................Caroline*.............
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